lunes, 9 de mayo de 2011

Rumania, tras los pasos de Vlad (I parte)

No recuerdo cómo surgió la idea de ir a Rumanía, pero lo cierto es que fue una decisión muy acertada. Es un país increíble, lleno de gente encantadora, una naturaleza magnífica y unas ciudades preciosas. La gastronomía es otro de los puntos fuertes del país que pudimos degustar durante todo nuestro viaje. Además, realmente es toda una experiencia ir ahora que todavía la Unión Europea no ha metido mano para poder disfrutar mejor de sus tradiciones y de su encanto rural. En algunos momentos es como estar en la España de los años 40.
Nosotros hicimos un recorrido por el país en coche y sin GPS (esto último no voluntariamente) y resultó la mejor forma de ver Rumanía. Además, el coche te da la independencia de pararte en cualquier pueblecito que te llame la atención y creedme que hay miles. Las carreteras están muy deterioradas y en algunos casos ni siquiera asfaltadas, pero esto no nos supuso ningún problema. Al parecer, no debimos actualizar bien el GPS y no nos funcionó, aunque por suerte teníamos nuestra guía de Lonely Planet que tiene pequeños mapas de cada región con los que nos apañamos bastante bien.
Como sólo contábamos con una semana libre, tuvimos que apretar un poco el recorrido y hubo algunas ciudades que nos tuvimos que dejar por el camino. Pero en fin, ¿no dicen que siempre hay que dejarse algo sin ver, para tener la excusa de volver?

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Iniciamos nuestro viaje en Bucarest. Nos alojamos en un hotel junto al aeropuerto ya que el vuelo llegaba muy tarde y al día siguiente fuimos a visitar la capital. Con un día basta para darte una impresión más o menos clara de la ciudad. Lo que más llama la atención es la mezcla de bloques de casas grises mandados construir por Ceausesçu, palacios del barroco francés, restos de iglesias medievales junto con edificios de oficinas modernos del siglo XXI.  

La leyenda cuenta que Bucarest fue fundada por un pastor llamado Bucur que construyó una iglesia en la orilla derecha del río Dâmboviţa. Durante los años 30, se la conocía como “la pequeña París”, pero tras los bombardeos de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial y la sistemática demolición de edificios que promovió Ceausesçu, poco queda de aquella época. 
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Un ejemplo de como debió haber sido durante sus años dorados de principios del siglo XX lo podemos ver en lo que queda del casco viejo entre el principio de la calle Victoriei y al este con Mosilor.
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Es una zona peatonal con terrazas, tiendas y restaurantes donde se pueden ver algunos edificios de finales del siglo XIX y otros neoclásicos. Un buen ejemplo de estos edificios es el Palacio de Economía diseñado por el arquitecto francés Paul Gottenreau a finales del siglo XIX. 
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En la calle con el mismo nombre, se encuentra una de las iglesias más bonitas de Bucarest, la pequeña iglesia Stravopoleos. Data de 1724 y su interior es todo de madera con hermosos frescos de gran colorido. En el exterior a mano derecha hay un pequeño jardín con antiguas tumbas.

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Un poco más al norte, en la Piaţa Revoluţiei podemos ver lo que en su día fue el Comité Central del Partido Comunista donde el famoso dictador rumano dio su último discurso en 1989 ante los gritos de la muchedumbre pidiendo su dimisión. Finalmente Ceausesçu escapó en helicóptero por el tejado, mientras que los guardias arremetieron contra el pueblo, matando a muchos. Ahora el edificio es sede del Senado y a poco metros de allí se levantó un obelisco en conmemoración a los caídos en la revolución.
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Otro ejemplo de la arquitectura comunista en tiempos de Ceausesçu es el Palacio del Parlamento. Un edificio imposible de no ver debido a sus enormes dimensiones. De hecho es es segundo edificio más grande del mundo (después del Pentágono). Fue construido en 1984 y costó cerca de 3,3€ billones, mientras el pueblo, por su parte se moría de hambre y los hospitales apenas tenían medicinas. Un sexto de Bucarest fue derribado para permitir su construcción.

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Sobre las 8 de la tarde nos pusimos en marcha hacia nuestro próximo destino, Curtea de Argeş, puerta a las Montañas Făgăraş y antigua capital de Valaquia que está a una hora y media aproximadamente de Bucarest. Cuando llegamos era de noche así que nos dirigimos directamente a la pensión que habíamos reservado. En Rumanía abundan las casas de huéspedes o pensiones que son normalmente casas familiares en las que tienen 3 ó 4 habitaciones para huéspedes. Podríamos decir que son como los Bed&Breakfast ingleses pero mucho más rurales. El desayuno se compone de productos naturales que ellos mismos han cultivado. Para los que os guste la leche fresca, Rumanía es un paraíso. Tanto la leche que te sirven como la mantequilla son frescas, la vaca está literalmente detrás de la casa. Nuestra pensión era bastante grande, estaba limpia y la hija de la dueña que hablaba inglés era muy simpática. La pensión se llama Pensiunea Ruxi y la habitación con desayuno incluido nos costó 30€.
La principal “atracción” de Curtea de Argeş es su Catedral Episcopal que fue construida entes 1514 y 1526 con mármol y mosaicos de Constantinopla. Según la leyenda, la mujer del arquitecto fue empalada en sus muros siguiendo una costumbre local que obligaba al mason a enterrar a un ser amado para asegurar el éxito de su obra. Con el paso del tiempo, la catedral quedó en ruinas hasta que en 1875 un arquitecto francés comenzó su restauración.
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Como era domingo, la catedral estaba llena de gente para seguir la misa al aire libre. La verdad es que era una curiosa escena ver por un lado a la gente rezando y besando las estatuas y por otro, a las afueras del recinto religioso, numerosos puestos del mercadillo improvisado que se había montado a lo largo del pueblo. 

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Tras dar una vuelta por el pueblo, cogimos el coche dispuestos a atravesar los Cárpatos en dirección Sibiu. Fue nuestro gran error del viaje. Se supone que es una carretera increíble que atraviesa un puerto de montaña con un paisaje de gran belleza, pero era domingo... y los domingos en Rumanía la gente hace barbacoas en las cunetas de las carreteras!!! En serio, no estoy exagerando. A lo largo de unos 100 km de carretera nos fuimos encontrando a cada lado familias enteras preparándose para hacer una barbacoa. Debido a la cantidad de coches que había, nos costó cerca de 2 horas atravesar el puerto. 
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Por el camino nos detuvimos en Poienari, lugar donde se encuentra el auténtico castillo de Vlad Tepeş. En 1459 los rehenes turcos capturados en una de sus batallas contra los otomanos, construyeron esta fortaleza defensiva en lo alto de una montaña. Para acceder a ella hay que subir 1480 escalones así que si vais en verano como hicimos nosotros, no os olvidéis de llevaros una botella de agua.
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En las faldas de la montaña hay un hotel con un restaurante que no está mal. Es algo más caro que el resto al estar en un sitio turístico pero comimos bastante bien por unos 10€.

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Continuamos ascendiendo por las Montañas Făgăraş. El paisaje era verdaderamente bonito aunque no pudimos admirarlo en todo su esplendor debido a la avalancha de coches y personas que había. El paso de montaña que separa Valaquia de Trasilvania tiene una altura de 2.034 metros y suele estar cerrado de octubre a junio.

Tras unos cuantos kilómetros de curvas y más curvas llegamos finalmente a Sibiu...

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