Este viaje lo hicimos en mayo de 2007 y duró 5 días. Fue un poco paliza ya que salimos desde Madrid y nos costó llegar a Burdeos cerca de 8 horas. ¡Pero mereció la pena!
La verdad es que esta región de Francia más parece una provincia de Inglaterra o Irlanda. Sus gentes son tan campechanas y alegres como los mismísimos irlandeses y sus prados y colinas nada tienen que envidiar a la campiña inglesa. Además, a mi que me encanta todo lo celta, en Bretaña hay numerosos vestigios del pasado britano que forjó esta tierra.
Nuestra primera parada fue Burdeos. Es una ciudad llena de estudiantes, lo que conlleva mucha vida nocturna, terracitas donde poder tomar algo y bicicletas por todos lados. Lo cierto es que tuvimos suerte y como el tiempo nos acompañó, la ciudad nos pareció una especie de Salamanca pero en versión francesa.
Desde el siglo III se la conoce "La pequeña Roma". La Edad Media fue la época de la expansión económica de la ciudad gracias al comercio del vino. Burdeos se encuentra en la ruta del Camino de Santiago, y algunos de sus monumentos se encuentran actualmente inscritos en el Patrimonio Mundial de la UNESCO.La catedral de San Andrés es el más destacado de los antiguos templos de la ciudad de Burdeos. Las partes más antiguas de la misma pertenecen al siglo XI, pero la mayor parte del trabajo es posterior, de un gótico clásico. El Juicio Final, en la Puerta Real, es interesante.
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El Gran Teatro fue construido entre 1773 y 1780 por el arquitecto Víctor Louis. Se trata de uno de los edificios más bellos de Francia en su género. Su estilo clásico, con su columnata y las doce estatuas que representan a musas y diosas, hacen de su fachada una grandiosa obra de arte.
La plaza de la Bolsa es otro enclave que muestra el poderío de la ciudad de Burdeos en los siglos XVIII y XIX. Durante la revolución se desmontó la estatua real, dedicada a Luis XV, y en 1864 se situó en su lugar la fuente de las Tres Gracias.
La plaza de la Bolsa es otro enclave que muestra el poderío de la ciudad de Burdeos en los siglos XVIII y XIX. Durante la revolución se desmontó la estatua real, dedicada a Luis XV, y en 1864 se situó en su lugar la fuente de las Tres Gracias.
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Después de pasar un día entero en Burdeos, paseando por sus calles, nos dirigimos a Saint Emilion, un pequeño pueblo a unos 16 km de Burdeos famoso por el vino del mismo nombre que se produce en sus alrededores.
El nombre de Saint Emilion se debe a Emilion, un celta convertido en benedictino que adoptó como ermita el nicho de una fuente en el siglo VIII. Poco a poco se comenzó a construir una impresionante ermita, aumentando la bóveda y creando un baptisterio. Sus sucesores continuaron excavando la montaña hasta crear un conjunto arquitectónico increíble.
Tras disfrutar de un veraniego día en Saint Emilion nos dirigimos hacia Nantes para hacer noche. Como es una ciudad pequeña, se ve fácilmente en un día. Además, si tu objetivo son los maravillosos pueblecitos de la Bretaña, no merece la pena perder mucho tiempo en ella.
Así pues, pasamos la noche en Nantes para al día siguiente adentrarnos en la Bretaña. El hotel en Nantes fue normalito, un tres estrellas algo caro (aunque allí era todo caro) pero limpio. Debió haber sido un gran hotel en sus días pero ahora se ha quedado bastante anticuado. Al entrar da la sensación de haber retrocedido unos 70 años. Se llama Hotel de France y está muy céntrico. Además, si os queréis dar un capricho, hay un restaurante muy rococó justo en frente en el que se come bastante bien. Eso si, lo pagas.
El día no amaneció tan soleado como los anteriores, pero por lo menos no llovía. La primera parada del día sería Josselin. Hay que meterse por carreteras secundarias pero realmente merece la pena. Están salpicadas de pueblecitos con encanto, monumentos conmemorativos a soldados caídos en la Primera y Segunda Guerra Mundial y campos tan verdes como los de mi tierra.
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Nada más llegar, te tropiezas con su impresionante castillo de cuento de hadas. Llamado también Château de Rohan, fue construido en 1140, aunque ya desde el siglo XI existió un castillo en el mismo lugar. Tiene tres torres majestuosas que dominan el valle de l'Oust, y una fachada gótica-flamenca.
Estuvo y sigue habitado por los Rohan. Su aspecto exterior es el de una poderosa fortaleza de cimientos macizos, con tres torreones cilíndricos del S.XIV.
La plaza es el centro neurálgico del pueblo, puesto que aquí se encuentran la mayoría de restaurantes.
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Un poco más adelante se encuentra la Basílica de Notre Dame du Roncier, que fue construida en el S.XII aunque reconstruida en el S.XV entre el estilo arquitectónico de la Loire y el específico de la Bretaña. Merece la pena verla por dentro, a mi particularmente de todas las iglesias que he visitado, ésta es una de las que más me gustan.
Después partimos hacia otros dos pueblecitos encantadores, Malestroit y Rochefort-en-Terre. Son muy distintos el uno del otro, pero igualmente encantadores.
Malestroit es una villa medieval del mismo estilo que la anterior pero más pequeña y acogedora. Las típicas casas con vigas de madera pueden observarse en cada rincón del pueblo.
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Tras dar un paseo pasado por agua por el pueblo, nos dirigimos hacia Vannes, último destino en nuestro viaje. Pasamos la noche en un bed-and-breakfast bastante bonito aunque algo caro llamado Villa Kerasy. Las habitaciones estaban bellamente decoradas, representando cada uno de los 15 destinos de la Compañía Británica de las Indias Orientales. La hospitalidad de los dueños y la calidad de las instalaciones y servicios hicieron nuestra estancia muy acogedora.
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Vannes es la ciudad más característica del departamento de Morbihan. Es una ciudad portuaria, cuyo casco antiguo está repleto de las famosas casas con vigas de madera coloreada, tan características de esta zona de Francia.
Posee una muralla muy bien conservada cuya construcción fue iniciada por los romanos en el siglo III y ampliada por los duques de Bretaña en los siglos XIV, XV y XVII.
Para comer hay varias creperías con mucho encanto donde podéis probar los deliciosos crepes en sus múltiple variedades y una deliciosa sidra de Cornouaille en taza de loza.
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Como es una ciudad pequeña se ve fácilmente en un medio día, así que ya de regreso de nuevo a Burdeos (donde teníamos previsto pasar la última noche) paramos en un par de pueblecitos mas, Auray y Quiberon.
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Auray es famosa por la iglesia dedicada a Santa Ana de Auray. Según la tradición, Santa Ana apareció al labrador Nicolazic para pedirle que reencontrase su estatua y construyese en el lugar una iglesia en su honra. Conforme previó, las personas irían a peregrinar al sitio donde la estatua estuviese y serían protegidas de los males. De hecho, millares de personas comenzaron a visitar el lugar, lo que con el pasar de los años transformó la región en un importante centro de peregrinación.
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Quiberon por su parte está situado en la punta de la península homónima y es el destino más turístico de la costa de Morbihan debido a sus extensas playas. No hay mucho que ver aparte de las playas, pero supongo que en verano debe tener su encanto.
Y aquí terminó nuestro primer viaje a Bretaña, una región que nos enamoró completamente, tanto su gente como sus paisajes y su historia. Tanto nos gustó, que dos años más tarde decidimos repetir y volver a visitar este bello lugar. Pero esto es otra historia que ya os contaré más adelante. Por el momento que quedo con el sabor de un delicioso crepe de chocolate y la suave brisa que corre por estas tierras.
Tengo ese viaje pendiente. Mira que no lo tengo lejos de casa, pero el tema de llever el coche... buff. A ver si engancho a alguien que me haga de conductor jeje
ResponderEliminarMe ha encantado el post, las fotos son preciosisimas. Me gusta mucho viajar y en mi blog tambien tengo entaradas sobre viajes, por si te interesa pasasrte.... Un besote;)
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